lunes, 26 de junio de 2023

Un nuevo aniversario de la UCR

La nota que sigue a continuación la escribí hace unos 22 años y fue publicada en el diario El Día de La Plata, aunque creo que mis temores allí reflejados se cumplieron desde la nefasta convención de Gualeguaychú, sigo teniendo esperanza que en algún momento el radicalismo recuperará la senda de ser un partido progresista, popular y democrático.


Desde su nacimiento un 26 de junio de 1891 buscó garantizar la participación ciudadana como un instrumento para la construcción de la democracia.

El proceso de modernización empezado a mediados del siglo XIX llevó a insertar al país en la economía internacional y esto transformó su propia estructura interna pero, los grupos oligárquicos que lo llevaron adelante, desatendieron los cambios sociales y políticos.

Así, hombres como Alem, Yrigoyen y otros tantos iniciaron desde fines de la década de 1880 una serie de eventos que culminaron con la Revolución de Parque con el fin de modernizar las estructuras políticas y permitir el acceso de los sectores populares al poder que les era negado por las élites.

A través de sus banderas de intransigencia, abstención y revolución, el radicalismo logró quebrar la resistencia del régimen conservador para transformar la legislación electoral y lograr en 1916 la llegada al gobierno de Yrigoyen.

La democracia inaugurada por el caudillo de Balvanera, no estuvo exenta de tensiones, pero tuvo clara la necesidad de buscar las mejoras que los sectores populares reclamaban, como así también, una nueva inserción internacional para la Argentina.

Pero estos cambios, no fueron tolerados por los sectores conservadores que conspiraron con los militares y generaron el golpe de 1930 que inició una etapa de desestabilización política que se extendió hasta 1983.


Desde la recuperación de la democracia, y la llegada de Raúl Alfonsín al gobierno, podemos decir que se estabilizó la situación política pero los cambios ocurridos durante esa década y la anterior en el escenario económico internacional, llevaron a un proceso de erosión del Estado-Nación a favor de los mercados financieros globales. La pérdida de poder de este Estado produce un deterioro de la calidad de su democracia.

La estabilización política no fue suficiente, ya que ese proceso de erosión afectó la capacidad de decisión de los países produciendo fuerte presiones, como aquí ocurrió a fines los ochenta con la crisis hiperinflacionaria. Y si a este fenómeno le sumamos la destrucción sistemática del Estado durante la década menemista que terminó poniendo la decisión política de nosotros los ciudadanos en manos de agentes bursátiles y financieros internacionales que privilegian la ganancia rápida y volátil frente a la necesidad del crecimiento de la economía nacional y un esquema de una más justa redistribución de la riqueza.

El radicalismo desde el gobierno de la Alianza debio crear los mecanismos para limitar esta acción que erosionan a la democracia, y asumir los nuevos desafíos para la construcción política y que ella no se convierta en una mera ficción.

Los desafíos son los de vencer día a día a la voluntad de los mercados que revierten la decisión popular manifestada en las elecciones. Por eso es importante crear instrumentos que permitan cambiar esta situación que limita y distorsiona a la democracia y proponer una verdadera democracia participativa que permitan a la sociedad civil lograr sus objetivos sin interferencias de los intereses del mercado. Obviamente para el logro de estos fines, los partidos que deben modernizar sus estructuras en función de la nueva sociedad y que estos permitan un mayor contacto con ella.

Estos son sólo algunos de los desafíos que el radicalismo tiene por delante para la construcción de una democracia que como decía Yrigoyen "no consiste sólo en la garantía de la libertad política: entraña a la vez la posibilidad para todos para poder alcanzar un mínimun de felicidad siquiera".

No hay comentarios:

Publicar un comentario