Rasgándose las vestiduras
Ha
resultado curioso ver a quienes históricamente denostaron al Mercosur, se estén rasgando
las vestiduras por la salida argentina de las negociaciones regionales de comercio
regulado.
¿Estos
reputados analistas han cambiado de posición? ¿Se volvieron latinoamericanistas
de pronto? O, ¿en realidad, lo que ha cambiado fue el Mercosur? La repuesta a
ello me llevó a hacer una serie de reflexiones un tanto deshilvanadas, pero creo
que claras en el fondo.
Hubo
una continuidad en el eje entre Argentina y Brasil desde lo ochenta y eso le dio
estabilidad al Mercosur, debido a que la mayoría de los procesos fueron homogéneos,
aunque con matices, socialdemócratas en aquella década, neoliberal en la
siguiente, progresistas en el nuevo milenio, y también en el giro conservador
de mediados del presente decenio.
Ello
hizo que desde los acuerdos Alfonsín Sarney el proceso de integración selectiva
inicialmente con Brasil, y luego con el Mercosur, tuviera dos formas predominantes:
una primera en los ochenta y en la fase progresista en el nuevo milenio, la
cual ante avance de la globalización había que generar los recaudos necesarios
para proteger a las sociedades frente a ella, la otra utilizarlo como la puerta
de acceso a ella en los noventa y con el giro conservador de hace un lustro.
Fue
en esta última instancia donde el Mercosur fue instrumentalizado a favor de la integración
global en el marco de los Acuerdos OMC Plus, como se observa en los anunciado con
la Unión Europea y la Asociación Europea de Libre Comercio, cuando existe una
fuerte disputa entre la tríada occidental que además del viejo continente,
tiene a Japón y Estados Unidos como protagonistas, y del otro lado la
ascendente China.
La
insistencia en “flexibilizar” al Mercosur también ha ido avanzando desde la firma
del acuerdo de comercio regulado con la UE, como quedó claro en la reunión del
bloque en Santa Fe el año pasado, donde se resolvió dejar en libertad de acción
a cada uno de los socios regionales para aplicarlos una vez sancionado localmente,
sin esperar la aprobación de todos para la puesta en funcionamiento del
instrumento negociado sea en un mismo momento para todos. Esta ha sido una de
las externalidades más eficientes para garantizar la continuidad del programa globalista,
aún frente a los cambios políticos que puedan acontecer.
Está
claro que en todas estas condiciones este proceso integrativo del Cono Sur no
cumple con un prerrequisito fundamental, tener objetivos autonomizantes para
que sea beneficioso para nuestras sociedades, como lo señaló hace muchas décadas
Juan Carlos Puig. La integración no es buena por sí misma, es necesario ver el
paquete en el que está envuelta
Un
dato no menor en este breve diagnóstico es que Washington está dando la vuelta
por la esquina del multilateralismo de los criterios OMC Plus desde la llegada
de Trump y ensayando otras alternativas.
La
llegada de China como variable independiente en la Argentina, y también en la
región, puso patas para arriba el comercio intrarregional y debilitó al mercado
regional, pero la fuga hacia adelante que proporciona el TLC no es una solución,
sino que agravarán los problemas productivos del Bloque.
Pero
volviendo a la decisión del gobierno argentino de dejar las negociaciones de mercado
regional con Corea, Canadá y otros actores, es la evidencia más clara que la
sintonía que se había observado en el pasado se rompió. El resultado electoral
de octubre de 2019 puso en esquinas opuestos a los gobiernos de Brasil y Argentina,
ya que Bolsonaro profundizó y aceleró su agenda de integración neoliberal, mientras
Buenos Aires se estaría alejando de ese paradigma.
Por
ello, en la ya mencionada reunión de Santa Fe, se intentó acelerar el proceso
de apertura anunciando la baja de en un 50 % el arancel externo común, pero las
presiones internas, sobre todo de los industriales, lo obligaron a replegar esas
decisiones en diciembre último.[1]
Es
probable, y a pesar de las intenciones declaradas por el Palacio San Martín que
las negociaciones pierdan impulso, no sólo por la acción del gobierno de Alberto
Fernández, sino por una retracción general de los conceptos que guían a las
negociaciones, salvo que quienes los impulsan aquí y en el mercado regional asuman
el rol de profetas levantando El camino de la Servidumbre como bandera.
Por
eso ha resultado curioso que esos sectores que tradicionalmente fueron refractarios
al Mercosur, ahora parecen defenderlo, y es claro por qué lo hacen. El mercado regional
hoy se ha convertido en el primer escalón para llegar a la globalización que la
alicaída tríada occidental promete, no en un instrumento de la unidad y
hermandad del Cono Sur, ni mucho menos, para generar los necesarios recaudos
que hay que tener frente a ella y lograr beneficios para nuestros pueblos.
[1] El extremismo neoliberal de Bolsonaro y
su ministro Guedes es visto con cautela por el empresariado brasileño, y esta
actitud puede acrecentar la desconfianza de la elite brasileña hacia su
presidente, y por lo que relatamos no solo por el manejo de la crisis del
coronavirus.
No hay comentarios:
Publicar un comentario