lunes, 16 de julio de 2018

Nota de divulgación sobre el contexto internacional de la Reforma Universitaria de 1918 aparecida en la revista Econo de la FCE de la UNLP

La reforma universitaria como emergencia de un proceso de largo plazo

Dr. Alejandro Simonoff (UNLP)

El movimiento reformista, que tuvo sus inicios en la Universidad de Córdoba en 1918, no se puede entender sin tener en cuenta las transformaciones mundiales que estaban aconteciendo desde fines del siglo XIX y principios del XX.

Nos referimos a las evidentes tensiones existente en el proceso impulsado por las burguesías decimonónicas entre su liberalismo político de carácter restrictivo y la emergencia de la sociedad de masas que hizo crujir al mundo de entonces. Su consecuencia más importante fue la incorporación a la discusión y decisión de amplios sectores sociales hasta entonces excluidos, y el vínculo ente aquella ideología y la democracia que hasta ese entonces era percibida como una forma de populismo.

Por otro lado, y como parte del mismo proceso, la integración de diversas áreas periféricas al esquema económico industrial erosionó y destruyó las viejas estructuras existentes. Esto se observó con la aparición de un ciclo revolucionario que comenzó en 1905 en Persia y Rusia y tuvo su cenit en ese país eslavo en 1917 con el fin del zarismo.

Nuestra región no estuvo inmune a ese movimiento tectónico, ya sea por esa vía revolucionaria, como fue el caso de México, o reformista, como ocurrió en la Argentina y Uruguay. Todos éstos imbuidos de un liberalismo no positivista representado en las figuras de Francisco Madero, Hipólito Yrigoyen y José Batlle y Ordoñez, respectivamente.

Los sucesos en la Universidad de Córdoba no escaparon a esta lógica, incluso cuando las estructuras que se desmoronaron eran más antiguas que el propio modelo conservador liberal instaurado por la generación del ochenta, ya que representaba a un modelo escolástico de casa de altos estudios.

Las banderas de autonomía y cogobierno universitario son un ambicioso programa político para la construcción de republicas del saber que impugnaban los modelos centralizadores, además promovían un nacionalismo latinoamericano reforzado por los horrores que se vivían en la Europa de ese entonces -producto de la Gran Guerra-, y de tinte antiimperialista.

Aquellos procesos de largo alcance que estaban atravesando el país, la región y el mundo fueron un terreno fértil para que estas ideas se institucionalicen en el país gobernado por el primer presidente electo por el voto popular, el ya mencionado Hipólito Yrigoyen y se difundiesen por los claustros latinoamericanos, como en las réplicas que este movimiento tectónico tuvo en la Universidad de San Marcos en Perú que además dio origen a la Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA) de Raúl Haya de la Torre, en Cuba el movimiento estuvo bajo el liderazgo de Julio Antonio Mella, o las huelgas estudiantiles en Colombia y México.

A lo largo de estos cien años el legado de la reforma sigue vigente, no como una pieza fósil de museo, sino gracias a sus aspectos más libertarios y contestatarios de su programa que continuó evolucionando acorde a las demandas de la sociedad, y ello es la muestra que sus ideas gozan de buena salud.

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