domingo, 14 de febrero de 2021

Con motivo del fallecimiento de ex Presidente Carlos Menem, comparto con ustedes una nota que escribí en 1998 sobre las implicancias de la participación argentina en la Guerra del Golfo en la revista Convicción en el desarrollo social y la democracia.

Tapa Revista Humor 1992


TAMBORES DE GUERRA: LA ARGENTINA FRENTE A LA NUEVA CRISIS DEL GOLFO

La decisión del Poder Ejecutivo Nacional de enviar tropas, por segunda vez al Golfo Pérsico es una decisión que debe ser meditada por el conjunto de la sociedad. Por ese motivo nuestra Constitución es sabia al delegar al Congreso de la Nación la aprobación del envío de tropas, esta decisión debe ser una decisión de Estado.
La Argentina hasta 1991 tuvo como una de sus características de nuestra política exterior, el ser neutral en aquellos conflictos que no la involucraban directamente. Desde sus orígenes la Argentina ha participado de pocos conflictos internacionales (la Guerra de la Independencia, contra el Brasil, contra la Confederación Peruano-Boliviana y contra el Paraguay en el siglo pasado y la Guerra de Malvinas en el actual) y se negó a participar en las Guerra Mundiales de este siglo. Esta conducta histórica explica el privilegio hacia las soluciones pacificas de los conflictos.
Este cambio de actitud responde al privilegio exclusivo que el gobierno tiene de la relación con Estados Unidos. La primera intervención argentina el Golfo Pérsico es un reflejo de esta relación especial. El gobierno fijó esta posición como muestra de su voluntad de acercarse temáticamente a la agenda norteamericana. El motivo de esta decisión era el pregonado alineamiento. Esta intervención tuvo consecuencias negativas, como, por ejemplo, los atentados a la Embajada de Israel y la AMIA, cuyas consecuencias aun continúan. (GARCIA DEL SOLAR, Lucio: "Con el Embajador..." , en Revista de Relaciones Internacionales, N° 11, La Plata, Junio-Noviembre de 1996, p. 26)
El abandono del principio de no beligerancia se complementaría con los supuestos beneficios que el modelo de inserción con los Estados Unidos otorgaría.
Nos parece importante para fundamentar nuestra posición analizar dos aspectos: el desarrollo de la crisis y la actitud del gobierno frente ella.
Desde el fin de la guerra del Golfo, las Naciones Unidas impusieron a Irak una serie de limitaciones a sus arsenales de armas de destrucción masiva y se producen restricciones en la venta de petróleo, el cual es adquirido solo para ayuda humanitaria; el régimen iraquí constantemente ha puesto trabas a las inspecciones de las Naciones Unidas en función de las limitaciones armamentísticas. Y esta actitud prolonga la restricción de la venta de petróleo generando una difícil situación en la población de ese país, sobre todo los niños.
Sumado a ello, la negativa de Sadam Hussein a democratizar, a respetar a las minorías étnicas, a los controles de armas, como así también la necesidad de terminar las restricciones comerciales es el eje del debate. La gestión del Secretario General de Naciones Unidas, Kofi Annan, que destrabó el conflicto, muestra la voluntad de la comunidad internacional de buscar los mecanismos diplomáticos para solucionar todos estos problemas por la vía pacífica, y esa debe ser la opción a la que la Argentina contribuya por su historia y por su futuro.
En este juego, es un secreto a voces, que la disputa no solo encierra los problemas descriptos sino también generar las condiciones para que Estados Unidos maneje los recursos petroleros en Medio Oriente.
A diferencia del anterior conflicto donde los norteamericanos emergían como única potencia a finales de la Guerra Fría y podían imponer a los otros países, y a las Naciones Unidas sus decisiones. El actual no cuenta con el apoyo de todos los miembros permanentes del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, ya que solo Estados Unidos y el Reino Unido apoyan la solución militar, el resto (Francia, Rusia y China) trabajan por una solución pacifica del problema.
En el caso de Francia y Rusia, la primera:
… espera recuperar los 4.000 millones de dólares que Hussein le debe, Rusia aguarda la devolución de otros 7.000 millones prestados en los viejos tiempos. Pero también hay razones políticas. Tanto París como Moscú..., intenta(n) recuperar su influencia para poder dar batalla en la cruel guerra e mercados del próximo milenio. (ITURBE, Rosalía: "El Tesoro de la discordia", en Noticias. Buenos Aires, N°1103, 14 de Febrero de 1998, p. 117)
Desde lo político China, además de Rusia intentan romper la hegemonía de los Estados Unidos y sentar las bases de un orden multipolar, cosa que no desagrada a los europeos.
Otro dato que no es menor, es que estos conflictos en el Golfo, como también lo fue la Guerra de Malvinas, son los que presagian las guerras del próximo siglo entre países desarrollados y subdesarrollados. Estos últimos buscan mecanismo para defenderse de la dominación económica y política que los países desarrollados les imponen con restricciones tecnológicas, por eso intentan sus propios caminos. Ante esto los países del sur han intentado fortalecer una política de desarrollo tecnológico (como la India, Egipto, Brasil, etc.) y otros las han abandonado para subordinarse a los intereses de las potencias (como lo ha hecho la Argentina).
Si esta es la situación, ¿Qué rol le cabe a la Argentina? El gobierno argentino decidió unilateralmente enviar tropas, no importa cual sea su forma; lo primero que hay que aclarar es que este envío de tropas es que no son los contingentes de paz de Naciones Unidas, sino un acto de agresión hacia Irak por parte de Estados Unidos, ya que no existe resolución de ese organismo en tal sentido.
Pero la pregunta debe ser, ¿tenemos los mismos objetivos que Estados Unidos? Obviamente que no. Un país como el nuestro no puede tener una agenda diplomática similar a una gran potencia, el motivo de esta decisión era el pregonado alineamiento. Los ejes de dicha relación son: el impacto psicológico en la tradicional cultura argentina con respecto a los norteamericanos; la iniciativa de este cambio proviene del gobierno argentino y no de la administración estadounidense; la capacidad de la diplomacia de aquel para influir sobre la política domestica, y el hecho de establecer distintas estrategias de negociación en los ámbitos de subsidios, patentes medicinales, política misilística y nuclear.
Los impulsores de esta política hablan de una alianza con Estados Unidos, pero como lo aclara Figari, no existe esta alianza, ya que:
Debemos distinguir en las relaciones centro-periferia no se trata de alianza, sino de relaciones jerárquicas. Las alianzas se realizan con aquellos que tienen las mismas capacidades, valores e intereses. (FIGARI, Guillermo: De Alfonsín a Menem. Política exterior y globalización, Buenos Aires, Memphis, 1997, p. 19)
El abandono del principio de no beligerancia tendría beneficios que el modelo de inserción propuesta con los Estados Unidos otorgaría.
Los resultados económicos de esta políticas no muestran que el comercio exterior o las inversiones con los Estados Unidos hayan crecido proporcionalmente, incluso en el primeros de los ítems decreció.
Los beneficios se encuentran en la estrategia político-militar con ese país. Los Estados Unidos propusieron la integración de la Argentina como aliado extra OTAN, de carácter meramente simbólico. Nuestro país con esa incorporación tendría los siguiente beneficios: permitir la participación en las licitaciones del Departamento de Estado; otorgar prioridad para comprar de excedentes militares norteamericanos; habilitar el acceso a un fondo para proyectos conjuntos para investigación y desarrollo de tecnología anti terrorista; y posibilitar la recepción de materiales a préstamo. (O’DONNELL, María: “El gobierno analiza los costos de una alianza extra NATO”, en La Nación. Buenos Aires, 29 de Mayo de 1997, p. 9) Esta situación generó problemas con el Brasil – quien pelea por una banca permanente en el Consejo de Seguridad - y Chile que continúa su renovación militar. La OTAN tampoco se expidió respecto del conflicto.
Desde el punto de vista político esta decisión traer tensiones en el Mercosur, ya que Brasil no participó en la anterior y no participar del actual conflicto y podría traer nuevos incidentes sobre nuestro propio territorio.
El alineamiento con Estados Unidos es ideológico y tiene que ver con la percepción de un mundo regido por esta nación. Los resultados han sido muy magros y trajeron consecuencias sobre las estrategias hacia otras áreas del mundo. Incluso, creando turbulencias en el más importante logro de esta gestión que es la formación de un mercado común con Paraguay, Brasil y Uruguay.
La relación con Estados Unidos está cambiando producto de un sinnúmero de procesos que se han desarrollado desde el año 1995. Como lo señala Figari, se conforma una nueva etapa en esta relación por el fracaso de la estrategia de las relaciones carnales, lo que la define es la acción norteamericana donde esta replantea:
… sus relaciones en el Cono Sur, prefiriendo como aliados principales al estabilizado Brasil de Cardozo, convertido eventualmente en un Estado pívot, y la invitación realizada a Chile de participar en el NAFTA... (FIGARI, Guillermo: De Alfonsín a Menem. Política exterior y globalización. Buenos Aires, Memphis, 1997, p. 23)
Los cambios en el equilibrio de poder mundial es un dato a tener en cuenta en la decisión, ya que los Estados Unidos no están en condiciones de imponer su voluntad a sus aliados del anterior conflicto.
Las actitudes norteamericanas que a pesar del sinnúmero de esfuerzos realizados por el gobierno de Menem (alejamiento de No Alienados, destrucción del misil Cóndor II, participación en la anterior Guerra del Golfo, etc.) no recibió un reconocimiento importante, y estas acciones tienden a complicar otras áreas de interés, como el regional.
El gobierno con este seguidismo confunde los intereses estratégicos de las potencias con los propios que obviamente no pueden ser los mismos, es necesario definir las propias acciones que la Argentina debe llevar en el escenario internacional, junto con aquellos países con intereses comunes.
Dada la complejidad de factores, que hemos resumido muy brevemente, y que marcan la inconveniencia política de la participación como también la restricción constitucional, que es el elemento de más peso para nosotros. Esta decisión, como muchas relacionadas con la política exterior, no puede estar librada al mandatario de turno porque es estructural, y debe ser debatida por todos los sectores, ya que tiene consecuencias para el futuro, y en eso pensaban los constituyentes cuando le otorgaron esas atribuciones al Congreso y no al Presidente. Menem debería pensar más en políticas exteriores que exigen consenso y diálogo y no el apuro de un seguidismo que no nos lleva a ningún lado.