lunes, 14 de agosto de 2017

Inserción internacional macrista: deseos, realidades y contradicciones

Este texto es la desgravación corregida de una charla ofrecida en un ciclo de desayunos de trabajo, organizado por el Vicepresidente de la Comisión de Comercio Exterior, Mercosur y Política de Integración Regional del Honorable Senado de la Provincia de Buenos Aires, el jueves 8 de junio de 2017 a las 10 de la mañana en el Salón Tomas Moro.

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Desde el fin de la guerra fría existe un largo periodo de transición. No hay un orden internacional porque no existe un actor que pueda fijar las reglas en el sistema internacional de manera determinante.
Hubo una primera fase donde existió una pretensión unipolar por parte de algunas facciones del gobierno norteamericano que estuvo en tensión con otra de carácter más multipolar que llevaron adelante Francia, Alemania, China, Rusia. Aunque en los años 90’, Washington osciló entre el unipolarismo y apoyarse en las instituciones políticas internacionales como el Concejo de Seguridad, y en las económicas el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial generando una especie de consorcio internacional vía G7 y después de la segunda mitad de aquella década, el G8 (el G7 más Rusia).
Este primer esquema perduró hasta los atentados del 11 de septiembre. A partir de esta fecha, EEUU empezó a poner el pie en el acelerador en este deseo unipolar y esto generó una serie de rechazos.
Aquella fase inicial se complementó con una transformación desde el punto de vista económico a nivel global, que fue importante y que tiene que ver con el reagancomic -EEUU toma la decisión de garantizar su consumo vía extensión del crédito y el acceso a mercaderías baratas importadas-. El rol de proveedor de mercaderías y soportes de la financiación fueron Japón y los Tigres Asiáticos desde fines de los 80 principios de los años 90’. Sin embargo, el ingreso de China en este esquema y el desplazamiento nipon, genera un problema de naturaleza estratégica, ya que Beijing no es un estado subordinado a los EE.UU. 
Esto marcó de manera determinante los últimos quince años del escenario internacional. Donde se ve claramente que hay una puja entre esos dos polos. Por un lado, EEUU, que se resiste a un lento proceso de decadencia, y por otro lado un ascenso de China, y donde ambos se estimulan mutuamente. Es lo que el autor conservador Inglés Neil Ferguson llama “chimérica”, que es una asociación de una parte del mundo que necesita de las mercaderías y conseguir la financiación y alguien que provee esas mercaderías y debido al bajo consumo que tiene excedentes que le permiten comprar bonos del tesoro. 
Al avanzar el nuevo milenio este esquema de “chimérica” empieza a crujir. Ello ocurrió fundamentalmente con la crisis del 2008, donde hay una retracción relativa por parte de EEUU y las potencias tradicionales y las potencias emergentes no sufrieron el primer impacto de la crisis.
En ese sentido, lo que EEUU va a orquestar a partir de la llegada de Obama una estrategia de tratar de retener el control del sistema de comercio internacional. Esos problemas de control del sistema de comercio internacional vienen tras el fracaso de la reunión de Cancún (2003), donde los emergentes lograron bloquear la llamada “Clausula de Paz”, ahí China tuvo un rol preponderante y también los otros emergentes como Rusia, China, el G77 (lo que inicialmente se llamó Grupo G23 plus).
Esto puso en alerta a las potencias tradicionales, que fueron las más afectadas inicialmente por la crisis (tanto EEUU como la Unión Europea). En este marco, EEUU va a promover la agenda que fracasó en la cumbre de Cancún, revisada por una estrategia de seguir un camino alternativo, ya que multilateralmente no se puede, lo va a realizar a través de acuerdos birregionales. Esto es lo que se conoce como acuerdos “Trans” (Transpacífico,  Transatlántico y TISA), que buscan imponer las cláusulas llamadas OMC plus, que tienen que ver básicamente con regulación de inversiones, de agenda laboral, medioambiente. 
Este es un dato importante porque generó en las elites de la periferia, cierta desesperación de que se cierren las llaves de las llegadas de inversiones y va a provocar que algunas de ellas, como el caso de Brasil, empiecen a desmontar las estrategias proteccionistas que hasta ese momento tuvieron, y cambien rotundamente de posición frente al proceso de globalización. 
Este cambio lleva a buscar acercamientos con Europa o con EEUU de cómo incorporarse acuerdos que estuvieron planteados por Obama como la estrategia de EEUU de tener el control de los flujos de inversiones y comercio contra de China, las “pinzas de cangrejo” sobre ella.
Mientras Beijing promovió un acuerdo más modesto de alcance geográfico más reducido que se llama RCEP que vincula a China con los países de la ANSEAN. Las reglas que allí se fijan son más laxas que los procesos de OMC plus ya que China tiene planteos más tradicionales con respecto al manejo de las inversiones y al respeto de la soberanía de los estados, la clave está en los mecanismos de negociación planteados por la potencia asiática. 
Con la llegada de Trump, esa estrategia se desdibujó a partir del retiro de E.E.U.U. de ambos acuerdos. Esto generó un vacío, y el presidente chino planteó el mismo día de la asunción de Trump en la reunión de APEC en Lima, que podía reemplazar al Transpacífico por el RCEP.
Mientras tanto en la Argentina, en la última parte de la gestión de Cristina Fernández, tuvo la intención de incorporar a China como una variable del proceso de inserción internacional de la Argentina que ayude a compensar las tensiones que surgieron a partir de la crisis del 2008 con Brasil y EEUU. Sin embargo, esta fórmula de acercamiento con China tiene una tensión que es precisamente el grado creciente de primarización de nuestra relación con China y que choca con el discurso de industrialización. Pero desde el punto de vista político el acercamiento a China resolvía las tensiones con Brasil y E.E.U.U. en materia de naturaleza financiera.
Con la llegada de Macri, que inicialmente su proyecto era plantear la llegada a esos acuerdos Trans a través de otros intermedios. En ese plano tenemos por un lado la refuncionalización del Mercosur, hay una baja de la importancia como instrumento de inserción internacional y una pretensión de correr esa importancia que tenía el Mercosur hacia la Alianza del Pacifico. Esta alianza fue un instrumento promovido por EEUU y en el cual los países afines desde el punto de vista del proyecto económico neoliberal (Chile, México, Colombia y Perú) viabilizaban por ejemplo un polo de poder tendiente a disminuir. 
En ese sentido, tenemos este desplazamiento hacia el Pacífico como una estación intermedia para llegar al acuerdo Transpacífico. El problema principal, era llegar a la zona donde estaba el crecimiento mundial, lo que ocurre es que le falta la locomotora, que es China. Entonces lo que tenemos es por un lado un camino rengo y por otro lado la decisión de Trump de sacarlo, que es como ir hacia una estación que no existe, hacia un vacío. Y también llama la atención, la insistencia del Gobierno Argentino de continuar la otra pata de esto, que es la conexión del Mercosur-Unión Europea, que también tenía como objeto llegar al acuerdo Transatlántico. De hecho, lo que está ocurriendo en este proceso de negociación es que esa agenda, la OMC plus se está plasmando en ellos. Hay que tener en claro que la firma de este tipo de acuerdos nos va a volver una economía absolutamente dependiente, porque por un lado obviamente va a liquidar la industria y también la calidad de productor de alimentos, porque nos va a especializar en producción de commodities, básicamente soja y perderemos diversidad alimentaria. 
No hay firma de acuerdo entre países desarrollados y países subdesarrollados en donde estos hayan logrado mantener la sustentabilidad alimentaria. Hay dos casos ejemplares, el de Colombia y el de México, que en función de los acuerdos de libre comercio con E.E.U.U. terminaron transformando su estructura económica en un mero exportador de determinados commodities, cuando antes de la firma de esos acuerdos, se sustentaban alimentariamente. Entonces ahí están esos dos problemas, no es solamente un problema para la industria, sino que también para el agro. Esa hiperespecialización tiene como consecuencia una pérdida de la diversificación de la producción y nos vuelve dependientes, porque vamos a necesitar importar alimentos para poder vivir y tener las mismas consecuencias sociales que tienen Colombia y México, como la proliferación del narcotráfico. Porque al faltar opciones de economía legal, va a parecer una economía ilegal que la va a reemplazar.
La tercera pata de esta cuestión, es la relación con China. Cristina Fernández en su gobierno, había tenido una visión interesante de traer a China al juego. Y este es un dato inevitable, porque si uno mira la estructura de comercio y de inversiones, y el activismo de la embajada China en Argentina, muestra que es un actor que uno ya no puede manejarse como en otra época cuando resultaba insignificante.
Sin embargo, el gobierno actual partió de una presunción de naturaleza ideológica, de despreciar la inversión China. Existió una expresión de Macri en el viaje a Europa 2016, cuando en una reunión dijo que estábamos muy agradecidos por la inversión china, pero que nosotros preferíamos la inversión europea. Claramente marcando una cuestión de preferencia de naturaleza ideológica, porque los chinos son comunistas y una serie de prejuicios de otra índole.
El derrotero que se siguió con China fue muy singular, porque existió una serie de parámetros que el gobierno anterior fijó y que la administración conservadora de Cambiemos pretendía transformar, es lo que se llamaba la revisión de Asociación Estratégica Integral. En ese sentido, vemos que la pretensión inicial de revisión se vio muy reducida porque los chinos plantearon una negociación dura y a pesar de que hay una cosa que hay que rescatar que es la designación de Guelar, como embajador de Beijing. Es Importante porque es alguien que conoce China y es uno de los pocos analistas que plantea que uno de los problemas más serios que tiene la región frente a China es que no ha negociado en conjunto como lo hizo con EEUU con el ALCA. Obviamente que también hay otro elemento, que va a atravesar toda la política exterior Macrista, es que la designación de Guelar está condicionada por una cuestión de naturaleza familiar, tiene que ver con Franco más que con Mauricio. Y eso es interesante porque ha generado tensiones entre la Cancillería y el embajador. El embajador es más propenso a establecer una negociación con ciertos márgenes de racionabilidad, mientras que la Cancillería tiene una posición más dura. Aunque viendo el último viaje, Malcorra terminó rindiéndose ante la evidencia. 
Las reuniones con líderes europeos, giran en torno a promesas, pero nunca hay realidades. De hecho, el gobierno emitió un informe con respecto a las promesas de inversiones, que es un dislate, porque lo que hay que mirar es cuanto es la inversión concreta. Eso en definitiva es moverse por expectativas, que tiene que ver con cierta cuestión fundante del credo neoliberal. Sin embargo, las únicas inversiones concretas vienen del único actor internacional que tiene disposición de dinero para hacerlo, que es China. Y esto ha generado, cierta tensión porque la revisión de la Asociación de Estratégica Integral tenía varios puntos, algunos tienen que ver con cuestiones referidas a los problemas de seguridad internacional, como la instalación de la base especial de China, en la provincia de Neuquén. En el fondo hay una cuestión prejuiciosa, porque hay una base similar de la Unión Europea en Mendoza, con las mismas condiciones, el mismo plazo y no generó tanto debate público. El argumento es que la Agencia Espacial Europea, es civil. Si la investigación en el espacio fuese solamente civil no habríamos llegado a ningún lado, se avanzó en la carrera especial porque era un tema estratégico, era para resolver el problema de los misiles de largo y mediano alcance que tenía relación con la Guerra Fría. Cuando ese conflicto terminó, la carrera espacial se desactivó. 
Ahí finalmente el gobierno no logra de cerrar la base, sino plantear que haya un compromiso por parte de China, y que la información que allí se obtenga, sea para uso pacífico. Lo cual es nada, porque en una relación desigual ellos tienen absoluto control de la situación de lo que ocurre ahí adentro, y lo mismo sucede con los europeos. La otra cuestión que allí se plantea que me parece interesante, es el tema de las famosas represas en Santa Cruz. Donde ahí se mezcla, por un lado, la voluntad política del nuevo gobierno de cerrar las represas. Ante esto el gobierno chino tuvo una posición muy dura, porque lo que exigió fue la devolución de los fondos, que hasta ese momento habían invertido (que son unos 900 millones de dólares aproximadamente) más un resarcimiento económico, más el retiro del “swap” del Banco Central. 
Claramente la intensión del Gobierno Chino es hacer esa represa, porque es una inversión grande e importante. Y ahí lo que no se entiende es la posición política del Gobierno, porque claramente la decisión es que la represa no se haga. Llega Macri al viaje a China, y el embajador había avisado que el Gobierno Chino iba a insistir en eso, sin embargo, la Canciller entendió que era un problema solucionable. Sin embargo, una de las dificultades que tuvo esa reunión fue precisamente la construcción de la represa, ya que el Gobierno Chino se volvió a plantar duramente. Según algunos analistas, es uno de los motivos por los cuales Malcorra se aleja del Palacio San Martín. 
El problema es que Malcorra tenía su propia agenda, tuvo una agenda que tenía que ver con su promoción como Secretaria General de las Naciones Unidas, y eso llevo a que el Gobierno morigere exteriormente muchas de sus posiciones de la agenda en cuestiones internacionales, como la de Venezuela o la de China. Y hubo muchos errores, porque no solamente haber apoyado a Hillary Clinton fue un error, sino que una vez producido el triunfo de Trump enviar un mail de felicitaciones y otro diciendo que lamentaba que Clinton hubiese perdido la elección fue un error gravísimo, hay muchos problemas de manejos. Malcorra va a condicionar la agenda externa a su candidatura. 
Siempre es bueno tener en un puesto importante a alguien nacional en organismos internacionales, pero que eso se materialice en una cuestión directa en donde la ganancia sea inmediata, es otra discusión. Hubiese sido importante que un argentino encabezase las Naciones Unidas, pero que eso signifique que nuestros intereses se viabilicen de manera inmediata, es otra cuestión, porque no necesariamente esas dos cosas van de la mano. Más, teniendo en cuenta que se elige una persona, y no se elige al país, sobre todo con la trayectoria de Malcorra, que tiene más vinculación con el sector privado que con el sector público. 
También me resultó curioso que la periodista internacional de Clarín (que era prácticamente la vocera de Malcorra). Cuando Malcorra fue derrotada, inicialmente se pensó que el veto era británico, entonces el argumento que se esgrimió que ello demostraba que no hubo entrega de la cuestión de Malvinas porque Gran Bretaña vetó. Resulta que después se supo que el que vetó fue Rusia, con lo cual, si uno recurre a el mismo argumento, al no ser Gran Bretaña quien vetó, entonces hubo entrega de Malvinas.
Y en eso no escapa a una lógica que Juan Carlos Puig en algún momento sentenció, el señalaba cuando hablaba de las tendencias profundas de la política exterior argentina que las modelos dependentistas, que él llama dependencia racionalizada, tenían poco interés en las cuestiones de límites porque estaba fuera del modelo Agro-exportador. La relación entre el interés territorial y el desinterés tiene que ver con la funcionalidad al modelo Agro-exportador, por eso hay interés en ocupar el llamado desierto y el desinterés por las zonas marginales, porque ahí no se puede cultivar ni trigo, ni maíz, etc.
En los 90’ se ve un ejemplo claro, la falta de funcionalidad económica, entre el modelo económico y el problema territorial de Malvinas, lo lleva a caer en la agenda. Y en eso el gobierno e incluso Malcorra, no tenía claros cuales eran los lineamentos a fijar con respecto a Malvinas. Terminaron haciendo ese “empaste” con el comunicado en conjunto que tuvo lugar en septiembre del año pasado, donde claramente se acepta todo lo que los británicos querían, que es despejar la agenda de inversiones para ellos en el área de Malvinas y ningún avance. De hecho, el único avance que hay para mostrar es la cuestión del reconocimiento de los NN, que están en el cementerio de Darwin, pero eso está fijado claramente por el derecho humanitario y es la cruz roja la que debería obligar a Gran Bretaña a esa identificación de los cuerpos.  No es funcional el problema de Malvinas, ya que es una piedra en el zapato, porque el problema es que no vienen inversiones inglesas, entonces lo que se busca es bajar el tenor del problema de la soberanía para permitir que las inversiones lleguen.
Volviendo a la situación internacional, ahí también hay un problema de diagnóstico, porque ni Gran Bretaña ni Europa, ni los EEUU están en condiciones de enviar capitales ya que ellos sufren sus propias crisis, y si llegan capitales es porque las condiciones que nosotros le damos son inmejorables, no para nosotros sino para el que invierte. 
Con respecto al aislamiento del mundo, claramente manejar el concepto de aislamiento puede ser muy práctico para la política y para ejemplificar una situación de manera muy rápida, pero tiene un problema básico que es que la Argentina no estuvo aislada al mundo, en todo caso tuvo un diseño de inserción que es distinto al que tiene ahora. Salvo que pensemos que los rusos, chinos, brasileños y venezolanos sean extraterrestres. Pero lo cierto es que la cuestión es que la Argentina tuvo un diseño de inserción y que es algo que se utilizó mucho durante la época de la Guerra Fría.  
Cuando había un diseño que se contraponía con el alineamiento con Washington, se decía “estamos aislados del mundo”, en realidad es que ese mundo es un mundo estrecho, que está representado por las potencias tradicionales. Y en ese sentido hay una lectura un tanto miope de cómo funciona el mundo, porque se tiene la idea de que no hay conflicto de intereses en esta masa de inversiones que existe a nivel internacional, esta falta de sofisticación de esa lectura lleva a pensar que todos los inversores actúan de la misma manera. Entonces tienen como correlato el hecho de hacer una simplificación de una cuestión que es mucho más compleja, que precisamente el hecho de que hubo una estrategia de inserción internacional y que hoy en día intenta desmontar pero que también esa forma de desmontar tiene límites.
Hay una cuestión evidente, y es que el modelo económico que quiere imponer el actual gobierno, que es un modelo de exportación de manufacturas, lejos de alejarnos al lineamiento principal que tuvo el gobierno de Cristina Fernández sobre el lineamiento hacia China, nos acerca a ella. Nos convierte en un socio ideal para China, entonces eso está en contraposición con el discurso general de que nos queremos acercar al mundo, a EEUU. Evidentemente no son quienes demandan nuestros productos, quien lo hace es precisamente Beijing. Europa o EEUU nos quieren como mercado, no como proveedor. De hecho, los EEUU y la Unión Europea durante muchísimas décadas tuvimos relaciones conflictivas. No solamente en los rubros industriales sino también en los rubros agrícolas, por las políticas de subsidio. Eso me parece otra cosa interesante para ver, que ahí hay una especie de contradicción principal, ya que los modelos de desarrollo determinan mucho la agenda externa. Es decir, yo soy un país agrícola tengo determinados socios en el sistema internacional y determinados países con quienes tengo que competir y tratar de torcerle el brazo para lograr la mejora de mis condiciones, si es un país industrial lo mismo. Argentina y Brasil tienen cierta característica de diversificación, y creo que con este tipo de políticas hace que haya una especie de licuación entre los dos polos, tanto la industria como la agrícola, a partir de esa especialización en commodities.
Muchas gracias por su atención…

domingo, 13 de agosto de 2017

Análisis de  la política externa del semestre septiembre 2016 a marzo 2017 aparecido en Relaciones Internacionales, la revista del IRI, N° 52
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